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Jungkook.

Son las diez de la noche cuando el alfa sale de la regadera con una toalla atada a su cintura. Su cuerpo ha dejado de oler a lavanda y ahora ha adquirido su distintivo aroma a whisky. Fuerte y amargo.

Revisa su celular y se da cuenta que tiene varios mensajes de la omega a la que fue a visitar. Ella dice que lo disfrutó y quiere volver a repetirlo. Bla bla bla. Jungkook responde por cortesía, tal vez podrían quedar un día de estos.

Se viste, toma una de las camisetas negras que le fascinan y unos pantalones sueltos de color gris.

Estira su cuello y se recuesta en la cama, trata de disipar sus pensamientos. Pero es inevitable el hecho de que gira su cabeza y mira fijamente la puerta, queriendo que un omega rizado y pequeño cruce la habitación y llegue hasta él.

Se quedó observando, como si quisiera tener el super poder de ver a través de los objetos y poder disfrutar una vez más del rostro bonito y delicado de Jimin.

Y Jungkook no puede hacer nada para calmar ese deseo interno de querer tener al omega solo para él.

Recuerda la primera vez que lo vio, tan pequeño, tierno y maravillosamente tímido. Con aquel sonrojo en sus mejillas y sus ojos verdes completamente abiertos.

Jungkook se hizo mejor amigo de Jihyung después de que se conocieran en la cafetería de la universidad, el alfa de cabello corto y rizado resultó ser bastante amigable. Jihyung y él se llevaron genial desde el primer día que hablaron.

Y pocos días después, el otro alfa lo invitó a su casa cuando ambos se habían quedado tan inmersos en su charla, que no notaron cuando llegaron a la casa de Jihyung, el alfa ojiverde lo invitó a pasar.

Se llevó una sorpresa cuando supo que tenía un hermano menor. Jihyung lo había nombrado alguna vez. Su nombre era Jimin, y Jungkook creía que era un alfa igual que él.

Pero su sorpresa creció cuando se dio cuenta que estaba frente a un omega que olía maravilloso, a frutos rojos. Él quiso impregnarse por completo de su aroma, pero sabía que eso era inapropiado y tuvo que apretar los puños, buscando tranquilizar a su lobo.

Jungkook recuerda cómo sintió a su alfa aullar y removerse en su interior, queriendo salir y tomar ese pequeño cuerpo entre sus brazos.

No admitiría que se sintió fascinado por aquel omega desde el primer día que se conocieron. Especialmente porque Jimin era menor que él, tal vez no era una gran diferencia, pero, de todos modos, creía que Jimin aún era muy pequeño como para liarse con un alfa mayor. Así que trató de tomar su distancia, aún cuando su alfa martillaba en su pecho, rogándole por tocarlo alguna vez.

Siguió viéndolo, varias veces a la semana, cuando visitaba a Jihyung para tomar algunas cervezas o simplemente porque se hicieron amigos rápidamente. No quería incomodar a Jimin, así que apartaba su mirada cuando el omega pasaba frente a ellos y lo trataba con tanta formalidad, que parecía impropio de él.

El tiempo pasó tan rápido que apenas pareció notarlo. Jimin crecía cada día más, su cuerpo cambiaba, sus intereses cambiaban, todo de él cambiaba.

Cuando el omega cumplió dieciocho, deseó poder tomarlo entre sus brazos y llevárselo lejos para festejarle como se merecía. Jungkook deseaba mucho enterrar la nariz en su cuello, pasar las manos por sus rizos rebeldes y marcarlo con su aroma. Jungkook deseaba mucho tener a Jimin solo para él.

Sabía que eso no era posible. Él ni siquiera gustaba del alfa. Jungkook lo sabía, porque Jimin parecía querer huir siempre que intentaba entablar una conversación con él. Y el castaño se preguntaba todas las noches porqué Jimin odiaba estar cerca suyo.

Su alfa aullaba herido porque aquel omega de piel blanca y suave siempre terminaba alejándose. Entonces el rostro de Jungkook decaía.

Y bueno, él comenzó a hacer algo para calmar ese deseo. Y no, no le gustaba.

Empezó a buscar a otras omegas, siempre dejaba en claro que no buscaba nada más allá que pasar un buen rato. Se acostaba con ellas, las anudaba y luego se iba. Jungkook no estaba orgulloso de eso.

Nunca había estado con un omega, porque el chico que quería específicamente, estaba fuera de su rango y él no se creía capaz de reemplazarlo. De igual forma, su alfa gruñía cuando algunos chicos se le proponían, porque ninguno era Jimin, nadie sería Jimin.

Así que trató de apaciguar ese calor y ese deseo con otras personas. Ninguna de las omegas con las que había estado, había logrado atraparlo tanto como el rizado. A veces lo disfrutaba, sí, eso no lo negaría.

Pero después, cuando todo terminaba, se sumía en un silencio interminable y se golpeaba mentalmente porque estuvo pensando en Jimin todo ese tiempo.

Buscó ojos verdes entre varias omegas, no encontró unos tan hermosos como los de Jimin. Buscó cabelleras rizadas y labios color cereza, buscó piernas largas y cinturas estrechas. Nadie era como él, nadie se comparaba a él.

Y estaba tan perdido.

Sobre todo, cuando comenzó a vivir con Jihyung y el omega.

Sentía el aroma de Jimin en la punta de su nariz a donde quiera que fuera y sus manos picaban por querer sentir la delicadeza de la dermis del menor. Su alfa rasguñaba su pecho cada vez que estaban cerca y Jungkook sentía que se enamoraba más de Jimin con cada día que pasaba.

Amaba esos pequeños momentos donde el omega estaba distraído y él podía observar lo real que se veía, cuando lo miraba con el cabello despeinado al despertar, cuando veía la clásica sonrisa que ponía cuando los tres miraban alguna película o cuando algo hacía reír a Jimin y entonces sus mejillas mostraban los hoyuelos que habitaban en estas. Cuando dormitaba en la sala de estar o se mordía el labio mientras estudiaba para su próximo examen en la cocina.

Jungkook había aprendido a amar esos momentos. Tanto como quería al pequeño omega que ahora se encontraba en su habitación.

Y sí, Jungkook era demasiado cobarde para decirle a Jimin lo que sentía por él. Le aterraba el hecho de hacerlo todo demasiado incómodo y que el omega terminara por alejarlo completamente, privándolo de ver sus hermosos y atrayentes ojos.

El problema es que, aunque era un idiota la mayor parte del tiempo y no tenía la valentía suficiente para decirle a Jimin que estaba enamorado, su alfa se sentía celoso en algunas ocasiones.

Como la primera vez que vio al mejor amigo del rizado, un chico con cabello oscuro y pestañas largas. Su alfa se había tensado, no fue hasta que respiró profundamente y captó la esencia del otro omega que pudo relajarse.

O cuando estaba cerca de gruñirles a algunos desconocidos que giraban sus cabezas al ver caminar a Jimin cuando salían los tres, Jihyung, Jimin y él.

Sabía que llamaba la atención, es por eso que siempre trataban de que el omega fuera en medio de ambos. Y el alfa de Jungkook se regocijaba de felicidad al estar tan cerca de él.

Pero entonces la alegría se acababa cuando el castaño trataba de convencer a su lobo de que Jimin no era suyo, de que Jimin no era su omega, así que no podía actuar de esa manera con él.

Su alfa lo retaba, le gruñía y exigía una explicación de porqué no podían tenerlo.

Y bueno, también había otro pequeño problema. Tal vez no tan pequeño, que surgía últimamente tan solo con verlo.

Jungkook tenía veintidós años, era joven, pero sí, tenía algo de experiencia. Llevaba una vida sexual bastante activa, aunque no le gustara admitirlo.

Pero ahora, ahora no conseguía tranquilizar a su alfa cada vez que veía una porción de piel de Jimin, porque lucía tan apetecible al tacto que estaba deseando con todas sus fuerzas dejar marcas por todo su cuerpo.

Quería besarlo y besar su cuello, besar sus clavículas, sus pómulos y su cadera. Anhelaba acariciar su cintura y sus muslos desnudos. Quería enterrarse en ese pequeño cuerpo caliente e impregnarse del aroma a frutos rojos del omega. Quería delinear la curvatura de su espalda y pasar sus manos por su trasero.

Y eso no era bueno, no lo era porque conseguía una erección bastante dolorosa cada vez que pensaba en el omega de esa forma. Y él era solo un adolescente, tímido e inocente que merecía ser tratado con cuidado.

Jungkook si quería tratarlo con cautela. Acariciar su rostro y besar suavemente sus labios. Pero también moría por tenerlo debajo de él, con las mejillas sonrojadas y los labios entre abiertos. Deseaba ver sus lágrimas de placer y escuchar sus jadeos tronar en sus oídos.

Él iba a volverse loco si no tocaba a Jimin lo antes posible. Solo necesitaba que el omega aceptara ser tocado.

Eran las diez menos cuarto cuando vagaba perezosamente por su Instagram. Con la cabeza en la almohada y la habitación a oscuras. Jihyung había llamado para avisar que no regresaría temprano.

Su dedo índice de deslizaba por la pantalla cuando recibió un mensaje de Jimin. Una imagen.

Sus latidos incrementaron. Y sí, era ridículo el poder que tenía el omega sobre él.

Aunque estaba feliz y ansioso, su ceño se frunció con confusión. No recibía mensajes de Jimin seguido. Realmente no lo hacían tanto, hablar por chat. A menos que el omega avisara por medio del alfa que se quedaría más tiempo en la preparatoria, cuando Jihyung no respondía el celular.

Y ahora, había recibido una imagen del omega. Trató de no verse tan desesperado, así que esperó unos segundos para abrir el mensaje.

Su saliva dejó de pasar por su garganta y se atragantó al ver la pantalla del aparato. Abrió los ojos con sorpresa y se removió en la cama hasta quedar sentado.

—Santa mierda —gimió el alfa.

No hubiera reaccionado así de no ser porque estaba viendo el trasero de Jimin vistiendo unas bragas blancas. Y oh, eso desató un problema en su pantalón.

Respondió al mensaje con un emoji de sorpresa y pocos segundos después las disculpas comenzaron a llegar, pero su excitación no hacía más que incrementar al recorrer con sus ojos la fotografía.

La piel blanca y suave de Jimin, su dulce trasero a la vista, la prenda delicada que llevaba. Jungkook deseó marcar ese lugar, dejar la huella de su palma y besarlo tanto hasta hacer enloquecer al omega.

Su miembro palpitó con la urgencia de ser atendido. Y su alfa rugió de excitación.

—Oh, Jimin... No sabes lo que has hecho, niño.

Jungkook salió de la habitación.

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